Los fariseos formaron el movimiento judío más importante y numeroso que siempre buscó destruir el ministerio Jesús y sus Apóstoles. El gran apóstol Pablo antes de su conversión fue un miembro tenaz e intransigente de este movimiento. Además, es importante destacar que los fariseos también ejercieron una gran influencia en la sociedad de la época, tanto en términos políticos como religiosos. Su objetivo principal era preservar la pureza y la observancia de la ley hebrea, lo que implicaba una rigurosa adhesión a las tradiciones y rituales establecidos. Sin embargo, su enfoque legalista y su falta de compasión hacia los demás los llevaron a oponerse a Jesús y a su enseñanza de amor y perdón. Aunque existían algunos fariseos que eran abiertos a la posibilidad de un Mesías, la mayoría se mantuvo en oposición constante al ministerio de Jesús. Este conflicto entre Jesús y los fariseos alcanzó su punto máximo en la crucifixión de Jesús, cuando los fariseos desempeñaron un papel clave en su arresto y condena. Sin embargo, a pesar de los intentos de los fariseos por destruir el movimiento de Jesús, la difusión del mensaje del evangelio se extendió por todo el mundo y continúa siendo relevante y significativa hasta el día de hoy.
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